Un jardín subglaciar

En los últimos años se han descubierto lagos ocultos bajo grandes gruesos de hielo del Antártida. El más famoso quizás fue el lago Vostok, que perforaron los rusos hace un año, pero hay otros en los que también se han conseguido muestras para poder estudiar qué tipo de microbios viven allí abajo. Hace poco han publicado el resumen de los descubrimientos obtenidos a las gélidas aguas del lago Whillans y han cumplido de largo con las expectativas.

Este lago Whillans está cubierto por una capa de hielo de ochocientos metros de grueso desde hace entre cien mil y un millón de años. El ecosistema que ha restado aislado del resto del planeta durante tanto tiempo lo podemos considerar, como mínimo, de extraordinario.

Por supuesto, el principal trabajo de los científicos que fueron a buscar las muestras fue asegurarse que no lo contaminaban al hacerlo. Y si lo piensas un momento te das cuenta que no es tan fácil. Tienes que hacer un agujero de ochocientos metros de fondos al hielo y después tienes que hacer bajar un cilindro con el que coger muestras. Pero el sistema de perforación y el cilindro de recogida tienen que estar perfectamente estériles o el que encontrarás serán los microbios que tú has bajado. Y el más grave es que fácilmente contaminarás el agua del lago.

Pero parece que se han salido. El agujero lo hacían inyectando agua hirviendo, y tanto el agua como el equipo que metían los habían hervido, irradiado, filtrado y tratado con peróxido de hidrógeno. En principio cada uno de estos tratamientos elimina la mayoría de microbios. Aplicarlos los cuatro es una buena manera de asegurar el disparo (a pesar de que con los microbios nunca puedes estar seguro del todo)

Total, que al final consiguieron muestras y se las llevaron para analizar. El agujero del hielo se volvió a tapar cuando el agua se congeló, de forma que vuelve a estar sellado. El resultado particularmente rico en microbios. Antes se hacían crecer en cultivo para ver el que había. De hecho, todavía se hace, pero muchos simplemente no crecen si no aciertas el medio que les gusta, de forma que ahora se analiza directamente el DNA. Es más rápido, más fácil y más fiable. Y con este análisis han encontrado que había 3931 especies diferentes de microorganismos.

El problema es entender como se lo hacen para vivir. A casi todos los lugares de la tierra, la vida depende al final de la luz del Sol. Las plantas hacen fotosíntesis y con ella generan materia orgánica que el resto de organismos aprovecharán en aquello de las redes tróficas. Pero en estos lagos subglacials del Antártida no llega la luz del sol, de forma que la energía la tienen que sacar otros lugares. En realidad ya conocemos comunidades de organismos que no sacan la energía de la luz sino de reacciones químicas más o menos complicadas. En este caso, muchos organismos parecen estar emparentados con este tipo de organismos. Allí abajo, la energía se obtiene de reacciones con el azufre o el nitrógeno y se salen bastante bien.

Otro tema es de dónde han salido estos microbios. Podrían ser descendentes de las comunidades que había cuando el lago estuvo en contacto con el resto del planeta hace unos cuántos milenios. Pero también podrían ser microbios depositados sobre el hielo que poco a poco han ido quedando hundidos puesto que el hielo no es una estructura estable sino que se va acumulando por sobre y fundiendo por debajo. Seguramente los estudios genéticos sobre parentescos de estos microbios nos permitirán generar algunas especulaciones.

Lo más curioso es que todo el que han obtenido son microbios unicelulares. Pero en buena parte es porque el diseño de la recogida de muestras se hizo con esta idea. Si había pescados, mejillones, medusas o el que sea, simplemente no los habrían visto a no ser que por una casualidad terriblemente improbable se metieran dentro del tubo de recogida de muestra.

Y se que un detalle que nunca se tiene que olvidar es que la manera como diseñamos los experimentos condiciona mucho la idea que nos hacemos al final de aquello que estudiamos.